José Miguel Varas (Premio Nacional de Literatura 2006)
(Santiago, marzo de 1928) A los 18 años publica su primer libro, ”Cahuín”, el cual tuvo un éxito sorprendente.
Con obras como Sucede (1950), Porái, Chacón (1967), Lugares comunes (1968), Las pantuflas de Stalin (1990), Neruda y el huevo de Damocles (1992), El correo de Bagdad (1994), La novela de Galvarino y Elena (1995), Exclusivo (1996), Cuentos de ciudad (1997), Nerudario (1999), Cuentos completos (2001).
Ha desarrollado además una intensa actividad como hombre periodista de la prensa escrita, de radio y televisión.
Es actualmente el premio Nacional de Literatura y está apresto a lanzar su última publicación, Milico.
En marzo del presente año, Miguel Alejo y Patricio Alvarado entrevistaron al escritor desde los estudios de la radio Universidad de La Frontera, en el programa Literatura Al Parlante (programa conducido junto a Adrián Sepúlveda) y esta entrevista la materializamos en La Fosa, a continuación.
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Siempre es interesante conocer el antes y el después de la asunción del escritor, cuando de ser humano común se transforma en artesano que utiliza la palabra como materia de subsistencia. ¿Bajo qué circunstancias usted dijo “Quiero ser escritor, quiero dedicar mi vida al arte”?
. Bueno, a partir del Premio Nacional me ha tocado contestar esta pregunta muchas veces, relacionada con cuales son los motivos de esta vocación, bajo que circunstancias se presenta. En mi caso, creo que la idea que yo tuve de que soy escritor, que me gusta escribir y que es lo que más me gusta en el mundo, viene desde muy temprano, desde muy niño, y es el resultado de un ambiente hogareño en que los libros abundaban y donde se hablaba de escritores y de los personajes de los libros; es decir, había un prestigio especial en torno a la literatura. Por otra parte mi padre era también escritor. Todo eso creo que conspiró para convencerme de la conveniencia de ser escritor. Sin embargo, estas ideas eran contrarrestadas por algunas observaciones de mi propio padre quien decía que ser escritor está bien, sobre todo si responde a la vocación personal, pero que por sí mismo no puede garantizar vivir en forma adecuada, que hay que tener un trabajo al lado, lo que Gabriela (Mistral) llamaba oficio lateral. Hay que tener un oficio lateral que a uno le de los garbanzos y los porotos.
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¿ Usted cree que el prestigio del escritor se ha ido perdiendo con el correr de los años?
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Yo me temo que la consideración social hacia el escritor se ha reducido y ha cambiado bastante; veo esto como reflejo del sistema extremadamente mercantil que domina actualmente en Chile. También a esta mentalidad en que el éxito de las personas se mide estrictamente en términos monetarios, según lo que gana o se produce; tenemos que agregar que el prestigio intelectual se ha desvalorizado. Yo creo que esta situación es una pérdida para el país en su conjunto, porque la cultura es un bien difícil de evaluar en dinero, pero que tiene una trascendencia muy importante en todo sentido para el desarrollo del país.
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¿Hay un punto en el cual se une su profesión de periodista con su oficio de escritor? ¿Es posible establecer una marcada diferencia entre ambos?
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Yo siempre he visto juntos, en mi caso, la literatura y el periodismo. Manuel Rojas, por ejemplo, gran escritor, escribió muchos artículos de prensa, pero él decía que escribía en la prensa con el objeto de obtener algún dinero para mantener a su familia. Para él lo fundamental era la literatura. Para mi el periodismo es muy importante también, no puedo separar una cosa de otra y decir soy escritor por encima de todo o soy periodista por encima de todo. Soy las dos cosas. Cuando yo estaba en el tercer año de humanidades, en los años cuarenta aproximadamente, tuve la iniciativa de escribir una revista del curso o un periódico del curso, junto con algunos compañeros. Tratamos de hacer una especie de periodismo escolar, bastante cargado a lo humorístico, un periodismo en broma si se quiere. Esa publicación se llamaba el culebrón, y alcanzó a circular un par de números hasta que nos cansamos del esfuerzo de imprimir el periódico de forma muy primitiva. En definitiva, la vocación periodística la he sentido desde siempre al igual que la vocación literaria. Ambas provienen de una preocupación o curiosidad por lo que ocurre alrededor de nosotros, de las personas que nos rodean, de las personas más lejanas de la sociedad entera. Y esto va unido también a la preocupación por rectificar de alguna manera la situación en que se encuentra esta sociedad, y esto se manifiesta en la literatura tanto como en el periodismo, en este último mediante la denuncia de los hechos de abuso, y además, mediante la revelación de las verdades que a menudo se nos ocultan; en la literatura se manifiesta de forma más subjetiva en la representación de sus personajes y situaciones, y uno puede sacar conclusiones o dar consejos, a pesar de todo hay diferencias bastante importantes y es bueno tenerlas presentes, ya que hay escritores que operan fundamentalmente con la vida individual, los sentimientos, los pensamientos de los seres humanos singulares y únicos. El periodismo en cambio, tiende a buscar aquello que es más general, que interesa y afecta a más personas, luego entrega información, y en lo posible trata de obtener resultados inmediatos. La literatura es una siembra a largo plazo.
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Usted mencionó el amor tanto por la literatura como por el periodismo. ¿Qué tan diferente sería su situación actual si hoy José Miguel Varas fuese premio de Nacional de Periodismo y no Premio Nacional de Literatura?
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Me habría encantado recibir el Premio Nacional de Periodismo en lugar del Premio Nacional de Literatura. Evidentemente, ambos premios son un reconocimiento importante, valioso. Ahora, yo quiero decir que actualmente he abandonado bastante el periodismo, porque no tengo ningún medio donde escribir. Yo escribía en la revista Araucaria, que desgraciadamente desapareció, dejó de circular. Hago periodismo muy esporádicamente. Estoy más concentrado en la escritura. Y me parece bien a esta edad dedicarse sólo a la literatura por sobre todas las cosas, y tratar de completar las tareas pendientes que uno se plantea siempre.
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Ya que hemos hecho mención a su trabajo como escritor, nos gustaría conocer sobre la creación de sus cuentos. ¿De dónde surge su inspiración principal, la materia prima para sus cuentos?
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Cuando se trata de cuentos, fundamentalmente tomo el material de la vida ordinaria, de mi experiencia personal, y de la experiencia de muchas otras personas. También utilizo material de lo que algunas personas cuentan, dicen, de lo que me cuentan a mi o de lo que cuentan a otros. También obtengo el material de historias que he oído y que me parecen dignas de ser manifestadas o desarrolladas a través de un cuento. En el cuento, la fuente principal es la vida diaria. Sin embargo, también ocurre que algunos cuentos tienen otro carácter y a partir de cierta impresión, de ciertas palabras, de ciertos hechos, se desarrollan de forma más lejana de la vida inmediata, en forma más fantástica o imaginaria. Imaginación siempre tiene que haber, aunque el cuento sea el más ligado a la realidad. Siempre se necesita una cierta imaginación, ya sea para generar detalles, o diálogos, etc.
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Usted ha escrito muchos libros de cuentos. Sin embargo, también siente un amor por la poesía y un gusto por Pablo Neruda, por ejemplo. Nunca ha escrito un libro de poesía, sin embargo. ¿Cómo es su relación con la poesía?
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Me considero un gran lector de poesía, un lector de poesía sistemático, siempre leo poesía. En mis libros –no puedo llamarle biblioteca, porque no tiene ninguna organización esto- hay muchos autores chilenos y poetas de otros países. La poesía, para mi, es un elemento fundamental, un alimento espiritual. Siempre leo con mucho interés la poesía que se hace en chile. Con interés y con gran placer muchas veces. Pero yo nunca he sentido el llamado de la poesía. No he escrito poemas, salvo uno que otro a lo largo de los años, pero son cosas muy ocasionales y nunca he pensado que sea necesario publicarlas. Creo que la manera como el poeta se hace cargo de la realidad, esa forma tan concentrada de reflejar en pocas líneas situaciones complejas, grandes problemas humanos, sentimientos; todo eso a mi me impresiona mucho. La poesía es la clave para nosotros los narradores, por qué nos proporciona cierto método, para alcanzar a través del cuento breve, un efecto en los lectores.
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¿Cuáles son los actores, como diría Borges, que José Miguel Varas constantemente relee?
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Es una pregunta que me complica un poco, porque si bien releo algunos libros, estoy siempre leyendo otros libros nuevos. La lectura es el vicio que tengo más arraigado. Bueno, yo releo bastante a Neruda. Por ejemplo, en el año 2004, el año del centenario, me tocó a mí viajar a otros países y hablar sobre Neruda. Al hablar sobre Neruda necesitaba, por cierto, documentarme mejor, conocer mejor su propia poesía. Sin embargo, es difícil llegar a conocer el conjunto de la poesía de Neruda porque es extraordinariamente amplia. No se crea por ello que yo soy un Nerudiano absoluto o exclusivo. Leo a muchos otros poetas chilenos. Leo a Pablo de Rokha, que es un poeta notable, a Huidobro, a Gabriela, a Parra, quienes son llamados los grandes de la poesía chilena. Con respecto a la lectura reiterada de otros libros en prosa, en mi caso uno recurrente es El Quijote, también Cien Años de Soledad de García Márquez.
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De los autores actuales que existen en Chile ¿Cuáles han sido sus preferencias?
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En narrativa, yo siento gran estimación por varios escritores, entre ellos Poli Délano, que recientemente ha publicado una serie de novelas de interés y numerosos cuentos también. Es un hombre de mucho talento y de mucha fuerza. El caso de Jaime Collier, que fundamentalmente cultiva el cuento, aunque ha escrito algunas novelas. Otro cuentista de mérito y de talento es Carlos Franz. También Guido Eytel, que vive en la ciudad de Temuco, es autor de libros muy extraordinarios, especialmente una novela que se llama Casas en el agua, una novela que tiene que ver con el proceso de pacificación de la Araucanía y colonización de nuestro país por los españoles. Hay muchos otros escritores que podría nombrar, pero no tiene mucho sentido hacer una lista de nombres. Hay varias escritoras mujeres, de mucho talento en Chile: quiero nombrar a Sonia González, autora de cuentos, a Rosa Betty Muñoz, poetiza; también Alicia Salinas, que hace una poesía muy hermosa. Escritoras mujeres, como Beatriz García Huidobro, me llama especialmente la atención. Ha escrito unas novelas muy interesantes sobre el campo chileno, sobre la vida en el campo, novelas verdaderamente extraordinarias, y es una persona que ha sido ignorada por la crítica y por la prensa.
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Dentro de los autores que podemos denominar “jóvenes” ¿tiene usted algún autor preferido?
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Leo de todo, sin distinguir su edad, pero he leído con bastante interés la poesía de Germán Carrasco. Hay un autor que tiene la apariencia de poeta joven, pero ya no lo es tanto, y ha sido bastante ignorado, cosa que siempre me incomoda, que se pasen por alto talentos meritorios. Es el caso de Mauricio Redolés, un poeta que vivió el exilio y desarrolló una gran actividad bajo la dictadura y después de ella, leyendo poemas en las universidades, y además ha desarrollado una forma muy especial de poesía combinada con la música, y ese lenguaje es de un extraordinario impacto en la gente, y es curioso que siendo él bastante popular en amplios sitios juveniles en el país, sea ignorado por la crítica.
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Quisiéramos conocer cuáles son sus obsesiones narrativas, sus temas recurrentes en sus cuentos.
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Bueno, todos tenemos obsesiones de ese tipo. Y mirando mis c
uentos yo observo algunas de ellas. Siempre hay algunos temas que vuelven y vuelven una y otra vez. Trato de registrar la sensación de que existen voces de personas que están en situaciones muy angustiosas, muy difíciles, y yo debería escuchar esas voces y contar lo que está pasando. Esto es algo bastante vago en realidad, algo que viene hasta en mis pesadillas, y que se ha manifestado de muchas maneras en algunos cuentos que yo he escrito. Hay un cuento que se llama Pikinini, que está escrito de forma bastante objetiva y casi documental, y que se refiere a un episodio muy terrible del exterminio de los aborígenes Selk’nam en tierra del fuego en Chile, una Etnia que lograron los depredadores dueños de tierra prácticamente eliminar.
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Para finalizar, háblenos acerca de su última novela Milico ¿En qué estado se encuentra esta obra?
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El Libro está en las etapas más finales de su escritura. Estoy terminándolo. Espero en estos días ponerle punto final. Eso no significa que el trabajo termina allí, porque tendré que someterlo a una revisión muy cuidadosa, a alguna rectificación de algunos aspectos y también a la opinión de algunas personas cercanas cuyo parecer es de mucha importancia. Siempre es necesaria una mirada diferente de uno, una mirada más crítica. El libro está escrito en lo fundamental y existe la posibilidad de que se publique este año.







